Don Agustín Vargas Palle, de 74 años, es un veterano vendedor de helados caseros que ha sobrevivido al paso del tiempo y que ahora busca ayuda para mantenerse “firme en el puesto”.
Con su elegante uniforme, una chaqueta blanca, el pantalón obscuro y el clásico kepí, don Agustín ha recorrido más de 40 años las calles empujando su carrito de helados modelo 1960 al que bautizó con el nombre de “Súper Huareñita”, en honor al pueblo de su esposa Hilda, oriunda de Huari, en el departamento de Oruro.
Con excepción de las ruedas y la hojalata del techo, el carrito de don Agustín está hecho casi por completo de madera: el cajón donde se guarda el helado, más dos columnas y una especie de tumbadillo. Su principal característica son las pequeñas ventanitas que tiene.
En los vidrios de esas ventanitas, los antiguos vendedores de helados exhibían usualmente fotografías de futbolistas y artistas para llamar la atención de los clientes o entretenerlos mientras esperaban por un helado.
Un niño pescador
Don Agustín nació en la comunidad Huayrapata, cerca del lago Titicaca, en el departamento de La Paz. De muy niño perdió a su padre y como el mayor de seis hermanos tuvo que empezar a trabajar para ayudar a su familia.
“Yo soy de la provincia Camacho, hito 22, en la frontera (con Perú). Allí no había profesores. Cuando se ha muerto mi papá, a mi mamá le ha dejado con seis hijos. Yo como mayor he mantenido como he podido, pescaba truchita, con eso comprábamos alimentos”, recordó.
Antes de cumplir los 10 años, don Agustín dejó su pueblo y llegó a la ciudad de La Paz en busca de mejores oportunidades de trabajo. “Era como un huérfano en la ciudad”.
El camino de la vida lo llevó a conseguir un empleo como vendedor de helados y con el paso de los años aprendió el oficio que preserva con orgullo hasta ahora.
Necesita ayuda
Actualmente don Agustín vive en Villa Yunguyo, en la zona Río Seco de El Alto. Casi todos los días empuja su carrito de helados hasta las puertas de la terminal del teleférico de la Línea Azul, donde ha instalado su punto de venta, pero enfrenta problemas por la falta de un permiso municipal.
“Yo quiero que me ayuden con un permiso para estar vendiendo aquí en el teleférico Azul. Eso sería un ayuda”, dijo.
Las ganas de trabajar siguen intactas a pesar de los años, sin embargo, don Agustín ya no tiene las mismas fuerzas para manejar la pequeña máquina con la que elabora los ricos helados caseros. El proceso de producción es lento y comienza al menos 24 horas antes de la venta. El desgaste y deterioro del antiguo aparato hacen que el trabajo sea cada vez más duro.
“Yo ahorita trabajo con una maquina chiquitita, ahora ya se ha fregado, no sé qué voy hacer (…), ya estoy cansado, me duelen las manos. Yo quiero una máquina que más o menos bata dos litros y medio o tres”, indicó al pedir la ayuda de la población para continuar en el oficio. “Con qué me voy a mantener, ya no me reciben en ninguna parte a trabajar, 74 años ya tengo. Ojalá puedan ayudarme”.
Para ayudar a don Agustín pueden llamarlo al teléfono 796 – 55594.